Con frecuencia hemos escuchado a la gente decir: "¡No me gusta leer!" . Oir decir a alguien: "No me gusta leer libros" es una tremenda tragedia, especialmente en un mundo donde millones desearían poder hacerlo pero no pueden. Casi suena como la persona que teniendo dos buenas piernas dice: "No me gusta correr".
¡Qué no daría un inválido por tal capacidad! De hecho, hay muchos "inválidos" alrededor del mundo que por varios motivos no han tenido la oportunidad de aprender a leer, pero ¡cómo desearían poder hacerlo!
Hay algunos factores que influencian cuánto disfrutamos la lectura. Uno de ellos es nuestra habilidad de leer (si, ya sé que suena obvio); otra es nuestra habilidad de comprensión. La tercera es la manera en que aprendemos. Esto afectará la clase de libros con los cuales uno debe comenzar su aventura de lectura. Hay autores que son extremadamente interesantes y cautivan la atención y desafían la imaginación desde la primera línea, hay otros que escriben simplemente por información y son "aburridos" a menos que uno verdaderamente quiera aprender el tema que tratan. Lo importante es comenzar con algo que sea simple y que uno pueda gozar sin tener que trabajar en meditar, comprender argumentos profundos o memorizar conceptos.
Hay novelas cristianas de calidad que enseñan mientras divierten, otras desafían a una mayor vida de oración o a una consagración cristiana más devota. Al mismo tiempo, uno no debe quedarse en un nivel de lectura.
Algunos maestros aconsejan leer por lo menos un libro al año que esté "por encima de nosotros"; es decir, que sea de un tema o altura intelectual superior. Un libro que nos haga sacar el diccionario a buscar palabras, que nos haga trabajar para entenderlo. De esa manera creceremos y personalmente he visto que esto es cierto en la práctica. Uno a veces vuelve a leer un libro que antes le pareció durísimo de entender y se da cuenta que ya no es tan difícil, que los conceptos enseñados son fáciles de entender. O sea, uno se da cuenta que ha progresado
La lectura de un buen libro alimenta la mente y el alma.
El leer por placer es uno de los mejores dones que uno puede impartir a sus niños.
Aún nuestra ortografía es mejorada por la lectura. Este punto es muy importante para los hispanos que viven en Estados Unidos, donde es muy fácil perder el rico vocabulario hispano, y especialmente la manera de escribir el hermoso Español.
Sobre todo, alguien que ha crecido como lector encuentra mucho más fácil la práctica diaria de la lectura de la Biblia.
Alguien dijo: "Encuentro que la televisión es muy buena para mi cultivación mental. Cada vez que alguien la enciende me voy a otro cuarto a leer."
Tomado de: Lic. Jorge Medina - Mundo Pentecostal
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