“Porque ¿qué aprovechará
al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará
el hombre por su alma?” (Mt 16:26)
Todavía
recuerdo aquella predicación que escuche cuando empezaba mi vida cristiana. "Noé
fue un buen predicador de Dios, por que supo salvar a su familia entera del
diluvio".
Realmente es increíble, leer la historia bíblica sobre un hombre
temeroso de Dios, pero sin embargo durante
todo ese tiempo nadie de su entorno pudo creer lo que pregonaba. Lo paradójico es que
pareciera que Noé fue el peor predicador; pero con el tiempo entendí que a
veces queremos medir a Dios y su obra por el factor cuantitativo, es decir si
hay cantidad entonces es de Dios.
Pero
eso de salvar a su familia fue algo titánico que hizo Noé, pues habría que
estar ciegos para ver la realidad de que muchos no podemos ganar ni a nuestra
propia familia para el señor Jesucristo; sin embargo estamos abocados a querer ganar al
mundo entero.
Queremos
proclamar avivamiento, pero nuestras familias agonizan espiritualmente y se
pierden en los brazos de este mundo corrupto.
Agradecemos
a Dios por la obra hecha en otras personas, pero no caemos de rodillas por lo
nuestros, no clamamos por aquellos que son parte de nuestra sangre los que
viven con nosotros a los que amamos en primer lugar.
No se si en otras partes del mundo esto sea
diferente, pero en esta sociedad, esta es una dolorosa verdad que nos marcaran
por el resto de nuestra existencia. Muchos hijos de cristianos aman al mundo y
el pecado.
A veces
estamos mas ocupados en querer ganar al mundo entero para Cristo, mientras
nuestros hijos agonizan y están a un paso de la condenación eterna. El día que lleguemos
al cielo de seguro que Dios nos pedirá cuenta; no por la cantidad de gente que
trajimos a los pies de Cristo, si no por el como administramos nuestra familia.
Es cierto que en el cielo no habrán lagrimas, por que el señor las enjugará
todas, pero no puedo explicarme como se sentirá un padre o una madre de familia
que este en los cielos si sus hijos a lado.
No se si Dios, borrara nuestra conciencia en ese punto, pero eso lo sabremos cuando eso suceda.
De nada
vale que gastemos todos nuestros recursos para salvar al mundo si nuestra
familia no cree lo que predicamos, de nada vale tratar de levantar a un hombre
si nuestras familias están caídas, de nada nos vale saltar, correr, danzar,
testificar o dar nuestras vidas como sacrificio, si nuestro hijos siguen el
camino de la perdición eterna
Antes de
pretender ganar al mundo entero, ganemos a nuestras familias, o al menos muramos
intentándolo, sacrificándonos y haciendo todo lo posible para que eso suceda.
Y para
terminar quiero parafrasear lo que el Señor dijo sobre el hombre necio.
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere a su familia? (Mt
16:26)
Jaime
Auris
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